Muerte, has muerto.
Te ha matado el suspiro, lo eterno.
Eres limitada, algo terreno.
Te ha vencido un pesebre pequeño.
Te han derrotado las manos de un carpintero,
Dios y hombre perfecto.
En el Gólgota celebraste tu apogeo.
Después, la derrota entre soldados durmiendo.
Buscas excusas para seguir viviendo:
buena salud, cirujías y falsos escarmientos.
Necesitas del desaliento oscilante,
desesperanza de los hombres: tu alimento.
Ríes en funerales,
lloras en nacimientos
y en los bautizos, muerte
te mueres por dentro.
Desgracia si es que un alma vuela al cielo.
Sobrevives moribunda hasta el fin de los tiempos,
aunque siento decirte, muerte
que has muerto.